La peculiar argumentación del amigo Corralba
Hace pocos días escuché de nuevo, en boca de un amigo cercano, unas palabras que ya había oído hacía tiempo. Se trataba de la curiosa filosofía que un compañero del colegio trató de transmitirme una vez. Os contaré parte de su historia.
Salíamos de clase de Matemáticas después de que la profesora hubiese leído en voz alta las calificaciones del examen de la semana anterior. La muy perra se había dedicado a leer lentamente el nombre y apellidos de cada alumno, para seguidamente anunciar su calificación de forma tajante. Acostumbraba a realizar una pequeña pausa entre nombre y nota cuando se trataba de un suspenso, sin olvidar una mirada asesina dedicada al condenado, de esas en las que sólo los ojos se levantan del papel, cuando pronunciaba los decimales: "Corralba García, Gonzalo... cero con sesenta y cinco". Este gesto solía desarmar al pobre infeliz que notaba no sólo la mirada de la maestra, sino las de casi toda la clase clavadas en él.
"Corralba, eres gilipollas", le dije sin delicadeza, "Podrías haber aprobado si te lo hubieses mirado por encima. Lo llevas claro, ¿por qué no te lo curras un poco?". Él me miró con una sonrisa, y sin pensar demasiado en la respuesta contestó: "¿Para qué estudiar? Mañana me puede pillar un coche y ahí se acabó todo". Después de decirlo se quedó tranquilo, con una expresión confiada, como si hubiese resumido el mundo en una frase. Creo que había pensado mucho en ese argumento, pero muy poco en la manera de rebatirlo.
Corralba tuvo con 15 años un accidente casero, y volcó sobre su hermano de 8 una cazuela con agua hirviendo. El pobre chaval murió antes de llegar al hospital. Sus padres nunca dejaron de odiarle por aquello, y dos años después se escapó de casa. Consiguió sobrevivir de mala manera trapicheando, hasta que un día le dejó a deber demasiado dinero a alguien. Medio muerto en el hospital empezó a pensar en quitarse de la cocaína y rehacer su vida. Volvió a salir con una antigua novia y poco tiempo después se casaron. A los tres meses nacieron sus gemelos. Todo iría bien si no estuviera enganchado, si no la odiase, si no los odiase a ellos... si no se odiase a sí mismo.
Creo, Corralba, que simplemente has tenido mala suerte. Ese coche tenía que haberte atropellado hace mucho tiempo.